Era necesario que el joven príncipe contrajera nupcias; próximamente sería nombrado emperador y la nación necesitaba una emperatriz que prometiera continuar su dinastía con noble descendencia. Se convocaron a las doncellas del imperio que aspiraban a ser consortes del príncipe, desde luego se presentaron miles, incluida Velita, hija de una sirvienta del palacio. —Pero Velita —le dijo su mamá— ¿crees tú ser digna aspirante a ser emperatriz? —Mamá, desde que vi al príncipe por primera vez me enamoré y sé que sino puedo ser emperatriz al menos lo veré el día de la convocatoria y disfrutaré su presencia. La fecha llegó, el príncipe al observar tanta belleza no sabía a quién elegir, mandó llamar al sabio de la corte y le pidió que diseñará una estrategia para identificar a la doncella más virtuosa. Al cabo de unos días fueron convocadas nuevamente y a cada una se le entregó una semilla con estas instrucciones: —Sembrarán esta semilla, quien cultive la flor más hermosa será emperatriz. Tienen seis meses para tal fin. Velita por supuesto sembró su semilla en la mejor tierra que encontró. Al cabo de tres meses no brotaba absolutamente nada; cambió la tierra, cambió el abono, pidió consejos, le cantó, en las noches la arrullaba con su laúd con música suave y dulce; así transcurrieron los meses faltantes y el resultado era el mismo: nada. Al llegar la fecha su madre la enfrentó a su realidad. —Pero Velita, cómo te vas a presentar a la corte imperial con esa maceta estéril y vacía, sólo con un puñado de tierra. —Madre, sé que no tengo ninguna posibilidad, pero al menos podré estar cerca tal vez por última vez del hombre a quien amo. La fecha se cumplió. La sala de la corte era un auténtico jardín con las flores más bellas: rojas, amarillas, tornasol, en fin, en arcoíris, con las formas más caprichosas que uno pudiera imaginar, la fragancia envolvía en forma mágica a los miles ahí presentes. El príncipe revisó una a una, cuando parecía que terminaba y decidiera, observó detenidamente la maceta vacía de Velita y anunció: —Ella es la próxima emperatriz. La multitud protestó: —¿Cómo es posible que la única entre todas que trae solamente un puñado de tierra sea la elegida? El príncipe reveló el secreto: —Su flor es la más bella. Todas recibieron una semilla estéril, ella trajo al imperio la flor más hermosa: la virtud de la honestidad. Velita es una pequeña luz que ilumina a todo el imperio con la fuerza de la verdad.
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